domingo, 7 de febrero de 2010

Me atrevería a decir...

Me atrevería a decir (aunque no estoy en la dirección del grupo) que en generación z producciones apostamos cada vez más por el cambio de registro en cuanto a temática se refiere, en cuanto a los temas de los cortometrajes que vamos realizando. Así, me pude apoyar en esta idea cuando, poco después del rodaje de “Lazos” en el 2008, leí un artículo de prensa sobre una chica que había sido puesta en libertad tras estar secuestrada más de 10 años. Me fui encontrando con varias noticias parecidas, y descubrí que el Síndrome de Estocolmo se había dado realmente en varias personas, generalmente mujeres, que acabaron protegiendo a sus secuestradores o maltratadores a toda costa. Quise escribir algo sobre ello (el tema me impresionó desde el principio: ¿Cómo podía una persona enamorarse de alguien que le había retenido y maltratado durante tanto tiempo?), pero no encontraba la historia apropiada.

Era el verano del 2009 (“Regresión” se hallaba en fase de montaje); nueve horas en coche hasta Almería, donde escribí la primera versión del guión, dan para mucho. Escuchando mi CD de la banda sonora de “Pulp Fiction”, inventé toda la historia con la canción que le pondría Raúl a Ainoa: “Let’s stay together”. Y ahí el guión dejó de ser mío. Entraron Ana Esteban y Mauro Moreno, como actores, como inspiración, como personajes. Entró de nuevo, todo el grupo de GZP, que ayudaron a que el guión tomara un rumbo mejor (más todas las sugerencias y ayudas de Leonor Bruna y Eduardo Huete).

El largo proceso de la escritura de la versión final del guión nos dio un gran número de problemas. El guion de “Regresión” se había terminado bien pronto, dándonos más tiempo para la pre-producción. Sin embargo, con “¡Sácame de mí!” ocurrió todo lo contrario: el guión cambiaba cada mes, y no estuvo acabado hasta Noviembre, lo que significó que teníamos apenas un mes de preproducción. En conclusión: Tres meses de guión, uno de preproducción y tres días y medio de rodaje en Botorrita en las Navidades de 2009.

“¡Sácame de mí!” no pretende ser un cortometraje polémico. Diría que tampoco es un corto sobre el síndrome de Estocolmo en sí,; trate de una chica que, inevitablemente (pues según nos hemos informado, es precisamente inevitable que suceda algo así en una situación semejante), comienza a sufrir ese síndrome al ser raptada por alguien con un gran trastorno psicológico. Se suceden las situaciones dramáticas, las terroríficas, con alguna pincelada de humor irónico y negro. Es cierto que vivimos, desgraciadamente, en un mundo donde el machismo aún está presente, pero este corto no trata la violencia de género (es más, podríamos intercambiar los personajes y contar la historia al revés, y seguiría sin tratar ese tema). En lugar, de eso, habla del amor forzado: cómo una persona está dispuesta hasta lleva a cabo un secuestro con el fin de tener a esa persona que dice amar. Pone a su disposición todo lo que, en circunstancias normales, le haría falta; le ofrece todo menos lo que ella más anhela: su libertad.

No obstante, según parece, basta con cinco o seis días de pesadilla para, si no enamorarte, compadecerte de aquél que te retiene. Entenderle y defenderle. Y sentirte mal a la vez por ello. Así pues, “¡Sácame de mí!” no pretende dar explicaciones, no explica por qué ocurren este tipo de situaciones. Simplemente, expones los hechos, pone la información sobre la mesa, para que cada uno saque su conclusión. Si fuera de otra forma, utilizaríamos el cine como medio para meter en la cabeza del espectador nuestra propia ideología al respecto (cine vanguardista, en definitiva). Claro que queremos contar algo con el corto (¿Qué es el cine, si no quieres contar algo, o simplemente no sabes qué es aquello que quieres contar?). Y por supuesto, tenemos nuestra propia idea sobre este tema, estas situaciones que nadie puede cambiar, porque resultan ya de por sí difíciles de explicar. Pero nosotros defendemos la idea de que, una película no debe dar toda la información mascada al espectador, sino que debe contar la historia, tal como es o puede pasar, para que luego cada uno saque su conclusión al respecto. Quizás radique ahí la magia del cine.


Por Miguel Casanova